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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

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23-03-2018

MONSEÑOR STURLA, LA VIRGEN MARÍA Y EL FEMINISMO

Orestes acosado por las Erinias, de Adolphe Bouguereau

SURda

Notas

Marcelo Marchese

 

Con los años uno descubre que repitió alegremente algunos dogmas que le embutieron en la escuela, por ejemplo el que dice que la humanidad progresó hacia religiones monoteístas, un triste disparate que no resiste un segundo de análisis, pues el vínculo con lo sagrado cambia pero no progresa y, por más que uno se esfuerce en encontrarla, no verá ninguna religión monoteísta en esta tierra.

La sóla presencia de Satanás demuestra que los musulmanes, los judíos y los cristianos creen al menos en dos dioses. Este ser malévolo tendrá algunas variaciones. Para los musulmanes, según Cansinos Assens, tiene mujer y tres hijas, y entre los judíos hay una plegaria a Satanás para confundirlo, pero en suma, es la antítesis del otro dios, que se encuentra rodeado por una cohorte de dioses menores, llamados arcángeles y ángeles, así como el dios del mal se encuentra rodeado por Mefistófeles, Belcebú y otros diablos.

Para los cristianos, junto al dios bueno se encuentra al menos una diosa, la Virgen María, que tiene la capacidad de interceder por nosotros ante el dios supremo. Como vemos, es una diosa con capacidades bastante disminuidas aquella que Monseñor Sturla pretende que las feministas defiendan.

No es necesario ser un genio para afirmar que estos tres "monoteísmos" son machistas. Aunque se pretenda dorar la píldora, Dios es hombre e hizo a Adán a su imagen y semejanza y luego, para que lo acompañara, hizo a Eva de una costilla de Adán, precisamente a esta Eva que nos condenó a un largo sufrimiento. A pesar de este machismo, no existe religión en la tierra que no tenga diosas, pues si ellas no existieran, el vínculo con lo sagrado quedaría incompleto. Si el cristianismo no hubiese creado la figura de María, los propios cristianos, las mujeres y los hombres, lo hubiesen inventado, de igual forma que se crean santos por doquier por necesidades de las gentes y luego se oficializan. Así que si una religión quiere afirmar su derecho a la existencia, debe incluir un culto a lo femenino.

Es obvio que nadie  decidió  incluir una diosa con poderes menguados. De igual forma que un estilo artístico nace de otro, las culturas nacen de otras culturas y las religiones de otras religiones, y en las anteriores al Islam, el cristianismo y el judaísmo, las diosas tenían mayor preeminencia y en esas mismas religiones se fue dando un proceso de entronización de los dioses en detrimento de las diosas.

Este proceso es evidente entre los griegos de la antigüedad, que nos legaron una obra de arte,  La Orestíada , en donde se refleja y argumenta este desplazamiento. Las  Erinias , quienes castigan los crímenes y persiguen a quienes propasan los límites, la hibris, pretenden castigar a Orestes, asesino de su madre, la cual había asesinado a su padre. En cuanto al fallo el jurado queda empatado y aquí aparece Atenea, quien se inclina a favor de Orestes con el argumento de que un hombre es más importante que una mujer a la hora de parir una criatura y ella misma sería la prueba viviente, pues ha nacido del cráneo de Zeus. Tras este fallo, las antiguas  Erinias , temidas por todos y ante las cuales ningún dios olímpico podía nada, se retiran a un segundo plano.

Aún con este desplazamiento, tenemos un panteón griego compartido por dioses y diosas y si vamos más atrás en el tiempo, veremos que desde una plausible igualdad en el culto a las fuerzas masculinas y femeninas, hemos llegado a las desequilibradas religiones actuales. Ahora bien ¿por qué causas se ha dado este desplazamiento?

El lector saldrá decepcionado si espera una respuesta concluyente, pues sólo expondré algunas hipótesis, aunque me animaré a hacer un pronóstico en virtud de las tendencias actuales.

Lo primero que a cualquiera se le ocurre es que, a lo largo de milenios, el hombre, gracias a su fuerza física, logró imponerse sobre la mujer y este sometimiento fue reflejado en los cielos, digamos, para reforzarlo, y acaso también es posible que a causa de la lucha por los alimentos, desde el neolítico y con el nacimiento de los estados, las sociedades se militarizaron y por eso se privilegió lo masculino. Sin embargo, aunque esto pude ser cierto, por diversos motivos no alcanza para explicar el fenómeno y acaso un problema recurrente de la humanidad, la presión demográfica, tenga algo que decir en el asunto.

Según diversas pruebas, la causa por la cual abandonamos aquella idílica vida de cazadores y recolectores a favor de la sacrificada vida de un agricultor, fue el desarrollo de la especie y la consecuente escasez de nuestras fuentes de alimentos. Para Marvin Harris, las comunidades primitivas aplican, entre otros, un particular mecanismo de control de la natalidad. Como la capacidad de reproducción de una especie está dada por la cantidad de hembras con que cuenta, el hombre de la prehistoria adoptó la institución del infanticidio femenino. De alguna manera, habría que considerar que si aquí abajo se recurrió por necesidades de la especie a tamaña medida, es esperable que se diera una degradación propagandística de lo femenino y es harto probable que esta situación fuera reflejada en la religión (1)

Ahora bien, un tercer elemento a tener en cuenta es que en su expansión la humanidad genera un desequilibrio con respecto a la naturaleza, lo que podríamos llamar una especie de "conquista", y lo que también podríamos llamar, según los antiguos griegos, la hibris, un traspaso de ciertos límites, la ruptura de un equilibrio, el mismo equilibrio que defendían las antiguas diosas desplazadas, las  Erinias . Este traspaso de límites lo constituye el someter en laboratorios a monos y ratas a torturas inenarrables, arrasar bosques enteros para mayor beneficio de la soja, aplicar fracking por doquier y perforar la tierra para extraer ese petróleo que quizá este haciendo de colchón de algo. Aunque este desequilibrio llega a su paroxismo con el capitalismo, tiene antecedentes bien lejanos y de alguna manera, esta relación masculina de dominio sobre "la madre tierra" debe tener su reflejo en nuestro vínculo con lo sagrado.

La primera hipótesis, la de la fuerza física, encuentra cierto obstáculo si se demostrara que durante miles de años hubo más bien un mayor culto a lo femenino o en todo caso un culto parejo a esas dos fuerzas de la naturaleza y luego encuentra un segundo obstáculo si consideramos que fuera de toda duda, la madre es más importante que el padre a la hora de criar un hijo y trasmitirle ideas. Eso es poder de verdad y es un poder que refiere a un ámbito privado y por lo tanto es difícil de creer que la mujer no fuera históricamente cómplice del desplazamiento de las diosas femeninas y el entronizamiento de estos dioses tan severos con ella. Es innegable que la humanidad tiene impulsos constructivos así como impulsos autodestructivos, algo que aclaro ante la objeción que plantearía que no vería un "beneficio" para la mujer en esta construcción machista. Precisamente, lo que sostengo es que algún "beneficio" obtiene con esa construcción, aunque sea un beneficio destructivo; en caso contrario no lo hubiese internalizado y ese "beneficio" lo veo por el lado del discurso machista en el vínculo de la mujer con sus instintos.

Lo anterior refiere a ese equilibrio inestable que hace al ser humano, la compleja relación entre lo instintivo y lo racional, una compleja relación que sin duda ha incidido en el nacimiento de todas las religiones y aquí llegamos a un presente donde por un lado tenemos a las feministas luchando por un empoderamiento de la mujer y ostentando, invariablemente, símbolos fálicos en sus logos, lo que nos recuerda a las amazonas que se amputaban el pecho derecho para así poder mejor arrojar sus flechas, y por el otro tenemos una civilización cuyas actuales diosas ya no son aquellas diosas del neolítico plenas de atributos sexuales, ni las diosas del barroco, ni las diosas italianas o de Hollywood de los años cincuenta, sino estas nuevas  diosas  ayunas de atributos y anoréxicas.

Una cosa es luchar por la igualdad de derechos y en contra del enervante machismo y de la imposición de la fuerza física, y otra cosa es creer que se avanza en esas conquistas en tanto la mujer se masculinice. En ese caso, en realidad, se estaría coadyuvando al relegamiento de las fuerzas femeninas, de lo femenino y a fortalecer el machismo y una visión desequilibrada.

Establecer, por otra parte, que las diferencias de género son meramente culturales y negar así la importancia de la biología, es transitar un camino de peligros insospechados. No se piensa y no se siente igual con un útero, con una vagina, una cueva, que con un pene, una lanza. Esto no significa que lo cultural no incida, pero lo que hace la cultura es construir la relación con el sexo con el que se nace.

Estas nuevas corrientes feministas más extremas, o al menos, las que tienen mayor respaldo de los grandes poderes del mundo, se caracterizan por un intento de establecer una guerra de géneros, por una negación de la biología y de la riqueza de nuestra naturaleza, por un reclamo de medidas punitivas, por una transformación y limitación del lenguaje y de la expresión artística, por un olvido y ocultamiento de las propias fuerzas femeninas y por una limitación del deseo.

Dejando de lado qué pretenden estos feminismos radicales, uno se pregunta qué pretenden los grandes poderes mundiales al financiarlos y propiciarlos ¿Qué mueve a la gran industria de Hollywood a respaldar el MeToo? ¿Qué mueve a las grandes industrias editoriales y a las productoras de cine a imponer libretos con esta nueva mentalidad y con toda esa serie de mujeres poderosas en tanto usan un rifle, una lanza o cualquier otro símbolo fálico? ¿Qué mueve a Soros, al Banco Mundial, la ONU y todas las otras entidades que financian a estas onges? Y luego uno se pregunta si en esta jugada estos grandes poderes no están, como siempre, pensando a largo plazo.

La primera razón, o la más evidente por la cual apoyarían estas agendas de género, es su carácter atomizador y divisionista. A ellos les preocuparía que el 99% se pregunte por qué el 1% se está apoderando del 90% de todo. Pero esto, con ser cierto, no alcanza para explicar el fenómeno, o mejor dicho, interpretarlo sólo de esa manera es una forma de obviar algo más grave.

La segunda razón está relacionada con la explosión demográfica, más aún considerando que el trabajo tiende a ser sustituido. El equilibrio político tiene un factor inestable con el crecimiento de los sectores populares menos integrados al sistema, al tiempo que aparece una fisura en el viejo consenso de las democracias representativas. Una erosión de lo femenino, una erosión de su poder y en particular de sus capacidades reproductoras, se asocia al control de la natalidad, y aunque el derecho al aborto sea una conquista indiscutible, es obvio que para estos poderes tiene un atractivo diferente.

La tercera razón está vinculada con un ataque al deseo y en suma, a lo que nos hace humanos. Llama la atención la casi unanimidad de actrices vestidas de negro en la entrega de los  Globos de oro,  el posicionamiento hipócrita de Hollywood y la andanada de denuncias que respalda. Por una parte esto se explica porque las grandes trasnacionales del espectáculo se legitiman por el lado de la transparencia, como si dijeran, "todo lo humano es falible, pero nosotros denunciamos nuestras propias lacras", de igual manera que la FIFA se legitima al procesar a sus corruptos y al atacar el racismo. Es la búsqueda de un escudo de transparencia para llevar sus negocios oscuros, pero hay algo más en esta imposición de guiones de temática de género y ese algo más es lo que denuncian Millet, Deneuve y las intelectuales francesas, al tiempo que reivindican el derecho a importunar. Es obvio que no defienden el acoso de un vil sujeto con poder, sino el hecho evidente de que deseamos y que a su vez somos objetos de deseo, aunque el deseo traiga una serie de cosas maravillosas y unos cuantos sufrimientos (2).

Amén de que el derecho a "importunar", el derecho a la seducción sea puesto en entredicho, vemos una censura creciente al humor y a las manifestaciones artísticas donde se juega el deseo sexual, atacadas por considerarlas misóginas o pedófilas o alguna otra calificación victoriana y he aquí el signo de los tiempos, este puritanismo intolerable que afecta a las universidades, a los medios de comunicación, al cine y a todas las artes.

Al tiempo que las baterías apuntan contra el deseo como forma más eficiente de degradar lo humano, nos encontramos cada vez más solos, más atomizados, se comienza a sustituir la seducción por el encuentro mercenario vía  tinder,  al tiempo que crece la industria de los robots sexuales.

Asistimos, más que a un retroceso innegable de la civilización, a un retroceso de la humanidad. No sabemos exactamente a dónde vamos, pero podemos tener la certeza de que si no reaccionamos a tiempo, será, como han augurado innumerables artistas, hacia una cosa nefasta.  "Tu futuro es metal"  se dice en el film japonés  Tetsuo, el hombre de hierro,  del año 89. Es fácil imaginar que, en breve, tendremos un microchip debajo de la piel con toda nuestra información, algo que nos dará "seguridad" y será, con toda certeza, "para nuestro bien". Luego ya no serán necesarias las cirugías estéticas pues podremos programar cómo queremos que sean nuestras criaturas y acaso el estado o vaya a saber uno qué poder, posiblemente el Capital sin intermediarios de ningún tipo, determine qué características tendrán los nuevos humanos y qué importancia tendrá el sexo, si es que tendremos esos complicados atributos, ya que seremos programados en laboratorios genéticos para evitar cualesquiera inestabilidades.

Pareciera ser este pronóstico un delirio, pero el delirio en realidad es no ver el futuro que se prepara. Todo, absolutamente todo este desequilibrio apunta en ese sentido.

 

(1) Que no se haya llevado a cabo un infanticidio femenino más o menos consciente, no quita mérito al argumento, pues el problema estaría centrado igualmente en los riesgos de las capacidades reproductoras de las hembras.

(2)  "Parte de la repulsa al piropo se explica porque hace evidente que somos inevitablemente objetos de deseo y eso es algo que no podemos controlar, y aunque queramos negar ciertas cosas, la mirada del otro nos las recuerda implacablemente" .

Apología del piropo en su agonía https://redfilosoficadeluruguay.wordpress.com/2014/04/24/apologia-del-piropo-en-su-agonia-marcelo-marchese/

Fuente: http://www.uypress.net

 


 
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